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Transformar el dolor en lucha y la lucha en alegría. Esa es la “alquimia” que Majo Hernández realiza a través del arte. Para esta artivista feminista y defensora de los derechos de las personas con VIH, el arte no solo es un derecho humano, es también ese algo subversivo que tenemos para pensar otros mundos posibles. “El arte promueve movimientos”, asegura.

 

 

Su prolífica actividad va desde organizar talleres de expresión artística, a crear una banda de rock para niños, niñas y adolescentes, pasando por cantar y escribir letras en una murga del carnaval uruguayo o impulsar MalnaSidas, un proyecto de la Asociación de Ayuda al Sero Positivo (ASEPO), apoyado por UNFPA y ONUSIDA, que quiere empoderar a las mujeres con VIH.

Visibilizar temas que considera fundamentales son el cometido de todo su trabajo. Cuando creó MalnaSidas junto con otras artistas y activistas uruguayas, como Papina de Palma y Laura Falero, se preguntó: ¿por qué no contar las distintas violencias que viven las mujeres con diagnóstico positivo de VIH a través de la música, la poesía o el cine?

“Me cansé de ser juzgada por tu miedo clandestino, el VIH no me marca, yo construyo mi destino”, dice el estribillo de la canción que surgió tras un taller de MalnaSidas, compuesto por 10 mujeres de entre 20 a 50 años que buscan romper con los estigmas.

 

 

Majo puede enumerar diversas violencias que viven las mujeres con VIH: “La primera es la prehistoria sexual que se construye de la persona al conocer el diagnóstico, pero también está cuestionar su derecho a la maternidad y a la confidencialidad del diagnóstico, el rechazo, la criminalización, la falta de acceso a la medicación en el centro de salud…”. 

El grupo de MalnaSidas identificó las violencias y las resignificó en un relato. Después, llegó el cortometraje “Despertar juntas” y una performance el Día Internacional del VIH. Ahora están preparando un stand-up de humor.

 

 

Majo cree que, si bien queda mucho por hacer, las cosas han cambiado para bien. Sobre todo, para la persona, gracias a la certeza de que, si no se detecta el virus, el virus no se transmite. “Eso aliviana la forma de vivirlo y aleja aquella percepción de 'me voy a morir y me voy a matar'.  Al menos en los micro mundos montevideanos en los que se habla de esto hay menos discriminación, no sé si en el debate público, en donde no se habla”, reflexiona.

En todo este proceso y esta lucha, Majo cree que ha empezado a derribarse la idea de miedo y terror, y que las personas han empezado a ser un poco más felices.