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Parteras, matronas, comadronas, obstetras. Sin importar el término que se utilice para referirse a ellas, estas mujeres salvan vidas. Invertir en que las parteras alcancen todo su potencial facilitaría, por ejemplo, que una mujer viva el parto de manera positiva y se mejoren los resultados en materia de salud materna. 

Su rol es fundamental y abarca más que el embarazo y el parto. Pueden ofrecer hasta el 90% de los servicios de salud sexual y reproductiva, materna y neonatal.

Les presentamos a cuatro de estas heroínas de América Latina.

Verbênia Cipriano - Brasil


Verbênia Cipriano es una referencia en partos naturales y es reconocida por los profesionales de Piauí (Foto: archivo personal)

Verbênia nació en el interior del estado de Piauí, en el nordeste, de la mano de la partera que también traería al mundo a sus seis hermanos, entre ellos su hermana gemela. Poco podía imaginar que muchos años después se convertiría en enfermera obstétrica. Calcula que ha asistido a más de 5.000 partos en sus 20 años de trabajo. "Es la mujer la que da a luz, yo sólo asisto", asegura, y no le falta amor y humildad al explicar la profesión que justifica su vida y la de otras personas.

Ella ha ido estudiando y especializándose a lo largo de su carrera. Hoy Verbênia es una referencia en partos naturales en la maternidad, y cuenta con el reconocimiento de los profesionales de la unidad y del Estado. "Valoro un parto totalmente natural. Quiero que la mujer pueda parir como quiera, de la forma que quiera, pero sé hasta dónde puedo llegar, y si veo alguna complicación, sé que hay que intervenir. Tenemos que combinar los conocimientos tradicionales con la ciencia.”

Según el Ministerio de Salud, cerca del 56% de los partos en Brasil son cesáreas, mientras que la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que este porcentaje llegue al 15%.

En el centro obstétrico, Verbênia y sus colegas insistieron en crear un espacio al que se dirigieron algunos partos de bajo riesgo. “Utilizamos técnicas de alivio del dolor, partos en penumbra, el uso de música. Esto acabó despertando el interés de los médicos, que empezaron a aceptar que el parto podía ser diferente", cuenta.

Siannie Palmer - Costa Rica


El trabajo de Siannie es posible gracias a una alianza con la Caja Costarricense del Seguro Social y UNFPA,  que apoya este proyecto brindando insumos de salud sexual y reproductiva

“Ya no quiero más hijos; ha sido muy difícil”, dice Emilsa Beker, indígena ngäbe, madre de seis niños y niñas entre los 3 y 12 años. Gracias a la guía de Siannie Palmer, enfermera gineco-obstetra, Emilse y otras mujeres de su comunidad (que no tienen documentación y por lo tanto, no tienen acceso a servicios de salud), han aprendido sobre anticoncepción y han conocido opciones para mejorar su salud sexual y reproductiva. “Ella es nuestra amiga y nuestra doctora”, agrega. 

Siannie atiende una vez al mes en el centro de salud en La Palma, comunidad cerca de la frontera sur de Costa Rica. "No hablo ngäbe o bribri (lenguas indígenas), pero las trato con respeto. Eso abre puertas", explica.

La doctora Siannie, como es conocida, atiende las consultas en salud sexual y reproductiva, y brinda tratamientos, incluso su labor ha permitido detectar a tiempo diversas enfermedades, como cáncer uterino. Al inicio había muchos embarazos porque la población, familias que trabajan en fincas bananeras, no tenían acceso a  información sobre anticoncepción. El no asistir a consultas prenatales, el parir en casa y no consultar en el hospital, ha colocado a estas poblaciones en una clara desventaja. “Todo esto aumentaba el riesgo de muerte infantil, que es lo que se quería evitar”, comenta. 

El puesto en Sixaola, Talamanca, se ha convertido en uno de los servicios más importantes para una gran cantidad de mujeres indígenas ngäbes panameñas que no cuentan con documentación para acceder al seguro social. Un servicio para cambiar vidas y salvar vidas.

Tomasa Duré - Paraguay


Tomasa atiende en una pequeña comunidad del departamento de Caaguazú, uno de  los más pobres de Paraguay.

Tomasa llevaba años como encargada del puesto de salud de su comunidad campesina de Yakare´í, en el departamento de Caaguazú, cuando llegó un ómnibus trayendo a una mujer en trabajo de parto acompañada solo de sus hijos pequeños. El chofer del vehículo la había acercado, ya que era el único transporte disponible en esta zona rural de difícil acceso. Tomasa la atendió a pesar de tener la pierna rota y estar de reposo, mientras su marido la ayudaba acercando sábanas limpias y cuidando a los niños. Esa noche, la mujer dio a luz mellizos. La experiencia marcó su vida.

Empezó su carrera siendo maestra rural, pero siempre le interesó la enfermería. Luego se mudó a Ciudad del Este, a 150 km de su casa, para adquirir los conocimientos básicos e iniciar el desarrollo de competencias en la atención de la salud, como partería. Todavía siendo empírica, retorna a su comunidad al ser nombrada encargada en 1991. Inició entonces sus estudios como técnica en enfermería, cumpliendo -con perseverancia- su sueño de graduarse de licenciada en 2014.

Sus labores han incluido atención primaria de la salud, vacunaciones y la atención de partos en la comunidad, algo fundamental puesto que el acceso a la ruta y a un hospital es muy limitado por la distancia, las malas condiciones de los caminos y la falta de transporte.

Tomasa es reconocida por su compromiso en la atención integral de la salud de su comunidad. También lo es por su labor de obstetra, al haber traído al mundo a la mayoría de las personas que viven en Yakare´í.

Leticia Rumeu – Uruguay


Trayendo una nueva vida al mundo, latido a latido. Aquí la asistente de Leticia Rumeu con una paciente.

Con 20 años de trabajo como partera, Leticia recuerda perfectamente bien los nervios que sentía recién egresada: con 24 años se iba a trabajar a Pando, en el departamento de Canelones, con la mochila con todo el cargamento necesario para pasar 24 horas en la maternidad. Llevaba consigo un grueso libro de obstetricia, su obra de cabecera. Nunca lo abrió en aquellos desvelos, pero era su amuleto. Aprendió mucho de la práctica y de otras profesionales que tenían más experiencia: “Nunca voy a olvidar una ida en ambulancia con una paciente y las recomendaciones que me había dado una enfermera antes de salir. Al volver la abracé llorando, porque gracias a ella puede hacer las cosas bien”.

Leticia decidió dedicar su tarea a los centros de salud pública porque son los espacios en los que puede ejercer con todas las competencias. “En los centros privados, como el acto médico se paga, las parteras no podemos atender los partos, sino que lo hacen los ginecólogos y a mí me gusta asistir los nacimientos”.

Leticia se siente afortunada porque nunca dejó de trabajar. Completa en total 48hs semanales y se desempeña en dos hospitales, una realidad que es similar a las de sus colegas en Uruguay: de acuerdo a los datos del Censo Nacional de Parteras de 2021, en promedio, las parteras trabajan 45,8 horas semanales y el 75 por ciento de ellas en al menos dos instituciones (un 27 por ciento lo hace en tres).

Recursos: El Estado de las Matronas en el Mundo 2021 (unfpa.org)