MONTEVIDEO, URUGUAY (18 de junio de 2011) - El UNFPA presentó el pasado miércoles 1 de junio el estudio “Transiciones a la adultez y educación”. El documento, elaborado por la socióloga Verónica Filardo, es parte de la colección Cuadernos del UNFPA. Participaron en la presentación Eduardo Brenta, Ministro de Trabajo y Seguridad Social, Matías Rodríguez, Director del Instituto Nacional de la Juventud y Susan McDade, Coordinadora Residente de las Naciones Unidas. Además de la autora de la investigación, comentaron los principales resultados del estudio el sociólogo e investigador Andrés Peri, la socióloga Fernanda Ferrari y la periodista y profesora Carolina Porley.
El documento trata de identificar algunas condiciones que marcan diferencias en las trayectorias vitales de las personas jóvenes en Uruguay. Se analizan cuatro eventos centrales que suponen transiciones a la adultez: salida del sistema educativo, ingreso al mercado laboral, constitución de domicilio diferente al hogar y primer hijo. Se utilizan para ello datos de la Encuesta Nacional de Adolescentes y Jóvenes (ENAJ) de 2008. Tomando la edad a la que se producen estos cuatro eventos, se analiza cómo afectan tres variables (sexo, nivel educativo alcanzado por los jóvenes y el clima educativo del hogar de origen) en el itinerario que siguen las personas jóvenes de Uruguay en su calendario de transición a la adultez.
La investigación identifica algunos factores que producen transiciones con rasgos de vulnerabilidad, de modo que se puedan desarrollar medidas y políticas públicas para favorecer las condiciones de igualdad. “Asegurar la integración social de los jóvenes es un requisito fundamental para la sustentabilidad social. Se progresa si se logra que las generaciones más jóvenes actuales puedan integrarse mejor que las pasadas”, señaló la autora.
En opinión de Eduardo Brenta, el estudio apunta en la misma dirección que los esfuerzos del gobierno por facilitar las políticas de empleo para jóvenes. De hecho, señaló, el primer eje del diálogo nacional para el empleo se ha centrado en jóvenes y mundo de trabajo. Poco a poco “hemos conseguido incorporar en la agenda pública esta preocupación”. Indicó que parece haberse constatado que en este ámbito existe un problema que debemos afrontar conjuntamente el gobierno, los trabajadores y los empresarios. A su vez añadió que trabajo y educación son dos aspectos estrechamente relacionados, y que es necesario tener en cuenta las inequidades con las que las personas jóvenes transitan a la vida adulta. Enfatizó que son evidentes, a partir de los datos del estudio, las fuertes inequidades en este proceso, por ejemplo, por razones de género.
Susan McDade indicó que “las personas jóvenes son una prioridad para Naciones Unidas. Por razones obvias: son el presente y el futuro de nuestras sociedades y de su inclusión depende el porvenir de nuestras comunidades”. Apuntó que durante 2011 continúan las actividades con motivo del Año Mundial de la Juventud y anunció que en julio tendrá lugar en la sede de Naciones Unidas una Reunión de Alto Nivel en Juventud, en la que se enfatizará el valor añadido del trabajo conjunto de las agencias de la ONU cuando “trabajamos con y para los jóvenes”. “Convertirnos es personas adultas es una etapa trascendental para cada uno de nosotros”, enfatizó, pero se cuestionó “hasta qué punto todos los jóvenes lo pueden hacer en condiciones de igualdad”.
Por su parte, Matías Rodríguez, destacó el papel de Naciones Unidas en el tema de juventud e insistió en la marcada inequidad entre hombres y mujeres que se desprende de esta investigación. Advirtió del riesgo de reproducción de inequidades y señaló que el documento confirma de algún modo la pertinencia de las decisiones tomadas desde el gobierno para incrementar la inversión pública social hacia las generaciones jóvenes. Subrayó también la importancia del diálogo por el empleo que está permitiendo llegar a un acuerdo nacional sobre trabajo.
Cuatro trayectorias: salida del hogar, primer hijo, primer empleo y salida del sistema educativo.
La investigación confirma y presenta nuevos hallazgos indicativos de la enorme brecha en los tiempos y secuencias de transición a la vida adulta entre hombres y mujeres de diferente estrato socioeconómico.
Mientras para las mujeres provenientes de hogares con clima educativo bajo la salida del hogar de origen y el inicio de la maternidad son tempranos y simultáneos, para las jóvenes que proceden de hogares de clima educativo alto dicha salida es moderada en la edad y postergada en la faz reproductiva. Ello coloca a estos diferentes grupos de mujeres en condiciones radicalmente distintas para sostener proyectos laborales y educativos. Por ejemplo, a mayor número de años de estudios aprobados es mayor el tiempo de permanencia en el hogar. Con 25 años casi el 80% de los jóvenes que sólo estudian hasta primaria ya han abandonado su hogar. A esa misma edad sólo la mitad de los jóvenes que llegan a la universidad salieron de su hogar. Las mujeres, además, tienden a establecer hogar diferente al familiar antes que los hombres.
El evento en el que mayores diferencias se producen entre hombres y mujeres y entre niveles socioeconómicos en las mujeres es la edad al primer hijo. Por ejemplo a los 25 años, el 51% de las mujeres ya tuvieron al menos un hijo, frente al 30% de los hombres. La educación afecta claramente la edad de inicio de la vida reproductiva. A los 29 años cumplidos, poco más de una de cada tres mujeres que aprobaron Educación Terciaria ha tenido su primer hijo, proporción similar a la que obtienen las mujeres con hasta primaria aprobada a los 18 años. De acuerdo a la autora, incrementar el número de jóvenes que completen el ciclo de Educación Media, objetivo previsto en la Ley de Educación, permite prever una postergación del inicio de la vida productiva y una posible disminución de las tasas de fecundidad.
La investigación también señala que, para las mujeres, la edad de salida del sistema educativo es anterior a la del primer hijo (con diferencias superiores a un año), refutando así la hipótesis de que el abandono educativo sea consecuencia de embarazos o requerimientos de cuidados. Una dinámica diferente se observa en el acceso al mercado laboral. Incluso si las mujeres con menor nivel educativo acceden antes al mercado laboral, con los años se ven superadas en esta transición por las de mayor nivel educativo. Así a los 25 años, una de cada cuatro mujeres que aprueban hasta primaria no tuvieron aún un empleo de más de tres meses duración, lo cual se debe en su mayoría a obligaciones domésticas, particularmente cuidados familiares. Como es de esperar, las personas jóvenes que no finalizan Educación Media ingresan antes al mercado laboral, lo que sugiere la dificultad de avanzar de forma simultánea en ambas trayectorias (laboral y educativa). Esto es especialmente evidente en el caso de los hombres, en cuyo caso la salida del sistema educativo y el ingreso al mercado laboral tienen calendarios casi superpuestos. Esto podría indicar que a partir de los 18 años, el ingreso al mercado laboral puede tener efectos sobre la continuidad en los estudios. De ahí la necesidad de pensar medidas que apunten a sustituir o facilitar la compatibilidad entre educación y trabajo.
El papel de la educación
La investigación dedica un apartado específico a analizar las trayectorias educativas, al considerar que constituyen un factor de desigualdad que afecta al resto de transiciones. Tomando en cuenta lo establecido como obligatorio por la Ley de Educación, la autora describe varias trayectorias: quiénes finalizan la Educación Media en el tiempo previsto (19% de jóvenes), quiénes aprueban nivel medio pero en más tiempo del previsto (14%), quiénes no finalizan media (52%), quiénes a pesar de finalizar primaria no inician el nivel medio (8%) y quiénes aún continúan estudiando media a pesar de tener más de 20 años (6%). El clima educativo del que provienen los jóvenes determina sus trayectorias educativas, lo que supone una importante reproducción intergeneracional del capital educativo.
El riesgo de la categoría "ni-ni"
La educación además afecta sobre los ingresos, aunque se observan brechas de género tanto en ingresos obtenidos como en el valor hora promedio del ingreso. Incluso las mujeres que terminan la Educación Media en el tiempo esperado, ganan en promedio menos que sus congéneres varones que aprobaron el nivel con rezago. Filardo alertó sobre el peligro del uso de la categoría jóvenes “ni estudian ni trabajan”, que generalmente se presenta como problema señalando situaciones de marginalidad y exclusión. Sin embargo, “en su gran mayoría son mujeres que no entran al mercado laboral por trabajar exclusivamente en el hogar, sin percibir ingresos, y que han abandonado los estudios tempranamante”, afirmó.
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