PIURA, Perú – Entre enero y abril de 2023, las mujeres de Piura, una región del noroeste de Perú, denunciaron 2.640 incidentes de violencia basada en género.
Por esa época, lluvias torrenciales y destructivas inundaciones causadas por el ciclón Yaku y el fenómeno climático de El Niño obligaron a 110.000 personas a abandonar sus hogares.
Si no había luz, agua, internet ni servicios telefónicos, ¿cómo podían las mujeres buscar ayuda? ¿Quién escucharía?, se preguntó Lilian León, agricultora afrodescendiente, artesana y activista por los derechos de las mujeres.
“Las mujeres que estaban sufriendo violencia psicológica, o que estaban siendo golpeadas o violadas, no tenían a dónde acudir”, explica la Sra. León.
Para contrarrestar estos desafíos, ella comenzó a trabajar para detectar casos de violencia basada en género en su comunidad y poner a las sobrevivientes en contacto con servicios atención. Como sobreviviente, explica la Sra. León, “yo pude encontrar una salida por mi cuenta, pero algunas mujeres necesitan ayuda porque sienten que están solas”.
La Sra. León vive en Yapatera, un pequeño pueblo en la provincia de Piura, conocido por tener una de las comunidades de afrodescendientes más grandes en Perú y por ser asolado por catástrofes climáticas recurrentes, las cuales tienden a profundizar las desigualdades existentes. Comunidades marginadas como Yapatera figuran entre las más afectadas.
Los informes muestran que las personas afrodescendientes de Perú enfrentan tasas de pobreza desproporcionadamente altas, bajo acceso a servicios de salud y escolarización, así como discriminación aguda. Casi tres de cada cuatro personas afroperuanas informaron en 2013 que no buscaron atención médica debido a preocupaciones relacionadas con la discriminación.
Estas desigualdades pueden ser aún más graves para las mujeres y las niñas, especialmente después de desastres climáticos como los que afectaron al norte de Perú. En Yapatera, las inundaciones exacerbaron los riesgos de violencia basada en género: muchas mujeres y las niñas se encontraron físicamente atrapadas en hogares abusivos.
Red de mujeres
La Sra. León es una de las más de 30 lideresas que trabajan dentro de sus comunidades para identificar a las sobrevivientes de violencia de género y ponerlas en contacto con servicios esenciales como los psicosociales y de asistencia jurídica.
Al igual que sucede con la atención médica, la discriminación y el racismo disuaden a las personas pertenecientes a grupos marginados de procurar y obtener justicia.
La violencia basada en género afecta a millones de personas en Perú. Casi dos de cada cinco mujeres peruanas de 18 a 49 años de edad con pareja informan de haber sido víctimas de violencia por parte de su pareja. Solo en Piura, más de 7.000 casos de violencia fueron llevados a 19 centros de emergencia para mujeres y niñas en 2023.
“Desafortunadamente, Piura sigue siendo una región muy machista”, admite Carlos Arcaya, coordinador regional de los centros administrados por el gobierno.
Sin embargo, la Sra. León dice que se va produciendo un cambio poco a poco. Se han establecido 13 espacios seguros en todo el norte de Perú. Además, el despliegue de equipos móviles de apoyo respaldados por el UNFPA, integrados por abogados, psicólogos y trabajadores sociales, ha marcado la diferencia. “Hay un antes y un después con respecto a su llegada”, resaltó. “Nos sentimos más fuertes”.
Hermandad en acción
El año pasado fue un desafío para la Sra. León, también fundadora la Asociación de Artesanos Afroyapateranos El Palenque. Las fuertes lluvias que pusieron en riesgo a su comunidad perforaron el techo de su casa y causaron el colapso de la antigua sede de la asociación, pero estos obstáculos no le han impedido mantenerse a la cabeza de diversas acciones.
“Me siento un modelo a seguir para otras mujeres, tanto jóvenes como mayores”, confiesa. “Siempre me han visto como un ejemplo. Es lo que me dicen: eres emprendedora y una luchadora permanente”.
La Sra. León ha trabajado con otras treinta mujeres creando piezas de arcilla. La actividad es un reflejo del trabajo que hacen en sus propias vidas para reconstruir y permanecer resilientes después de los desastres y la violencia.
“El barro nos conecta y nos ayuda a fortalecer nuestra amistad y nuestra hermandad”, afirma la Sra. León. Ella se mantiene firme en su trabajo para erradicar la violencia basada en género que afecta a las mujeres que la rodean.
“Seguiré en la medida en que mis fuerzas me lo permitan, mientras pueda respirar, para que podamos ver niñas empoderadas en mi aldea, niñas libres de violencia y abuso”, expresa.