QUICHÉ, Guatemala - Griselda Toj, de 19 años, es originaria de la comunidad Chitraj, en Canilla, Quiché. A los 16 años, su vida dio un giro inesperado cuando quedó embarazada.
“Nunca imaginé que sería madre tan pronto. Siempre pensé que sería algo para cuando tuviera unos 25 o 26 años, pero me convertí en mamá mucho antes”, recuerda Griselda, tres años después de haber dado a luz.
En el departamento de Quiché los índices de embarazos en adolescentes son muy elevados. En 2024, se registraron 4,917 nacimientos de madres entre 10 y 19 años. En muchos casos, como el de Griselda, la presión social y las expectativas tradicionales sobre el rol de la mujer obligan a las adolescentes a asumir responsabilidades para las que no están preparadas. Así, ven comprometido el derecho a decidir sobre su vida, su cuerpo y su futuro.
"Es muy costoso ser mamá joven, uno tiene que pensarlo bien", reflexiona Griselda. Desde el momento en que su bebé nació, su vida está centrada en las necesidades de su hijo, las 24 horas del día, los 7 días de la semana, como ella misma lo expresa.

El embarazo en adolescentes en Guatemala es un fenómeno complejo y multicausal, que no solo pone en riesgo la salud física y emocional de las niñas y adolescentes, sino que también limita su acceso a la educación y a oportunidades de desarrollo personal. Griselda, como muchas otras adolescentes, tuvo que dejar de estudiar para cuidar a su bebé.
Las adolescentes y niñas más pobres, con niveles bajos de escolaridad, pertenecientes a poblaciones indígenas y otros grupos más dejados atrás, y aquellas que viven en zonas rurales o de difícil acceso de la región tienen más probabilidades de vivir un embarazo en la adolescencia.

La fecundidad adolescente en América Latina y el Caribe pasó de 83 nacimientos por cada mil adolescentes de entre 15 y 19 años en el año 2000, a 50.60 en 2024. Esto demuestra que, con inversiones sostenidas y pertinentes, es posible reducir los embarazos en adolescentes.
Además de los esfuerzos encaminados a la prevención, los países también impulsan programas para que las madres adolescentes puedan volver a las escuelas y formarse profesionalmente. Por ejemplo, en la actualidad, Griselda forma parte de un programa de empoderamiento que le está permitiendo reconstruir su proyecto de vida. A través de este programa, ha recibido herramientas y acompañamiento para establecer nuevas metas, mientras recupera la confianza en sí misma y redefine su propósito. Uno de sus sueños más grandes es convertirse en maestra de música, meta que ahora persigue.
Flory rompe las expectativas de la tradición
Flory es una niña de 14 años llena de sueños y metas por cumplir. En su mirada se refleja la determinación de una adolescente que se niega a aceptar un destino que no es el suyo.

En Guatemala, aunque existe un marco legal que protege a las menores, las uniones informales o de hecho a menudo pasan desapercibidas por las familias y las autoridades. En muchas comunidades, es común que menores de edad se casen con el consentimiento de los padres, impulsados por normas sociales o religiosas, e incluso con la intervención de autoridades locales, lo que perpetúa el ciclo de desigualdad y limita las oportunidades de las niñas y adolescentes.
En este país, como en muchos otros de América Latina y el Caribe, tanto las uniones tempranas y forzadas como los embarazos en adolescentes son una problemática persistente. A pesar de los avances legales, que prohíben el matrimonio antes de los 18 años, la prevalencia de estas prácticas sigue siendo alta y afecta a miles de niñas.
Los matrimonios y uniones infantiles, tempranas y forzadas (MUITF) afectan a 1 de cada 5 niñas en la región. Los MUITF son, a la vez, causa y consecuencia de los embarazos en adolescentes. El 35% de los embarazos en adolescentes terminan en uniones tempranas y matrimonios infantiles. Al mismo tiempo, una buena parte de los embarazos en adolescentes son resultado de este tipo de uniones y matrimonios.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) apoyan a comunidades de seis países de América Latina, incluyendo Guatemala, en sus esfuerzos por erradicar los MUITF.
A través del Programa Regional "Desafiando las Prácticas Nocivas contra Niñas y Adolescentes en América Latina y el Caribe", el UNFPA trabaja con organizaciones locales como la Asociación Femenina para el Desarrollo del Occidente de Guatemala (AFEDOG) y Por Nosotras Inxmucané, enfocándose en programas diseñados para empoderar a las niñas y adolescentes.
Los programas centrados en niñas incluyen mentorías, que brindan modelos alternativos positivos para su desarrollo, además de guías de estudio y actividades prácticas que fomentan en ellas la capacidad para reflexionar críticamente sobre sus vidas. Así, nutren sus habilidades y liderazgo, mientras son motivadas a continuar los estudios.
A través de los programas de formación en los que participa, Flory comenzó a comprender la verdadera importancia de la educación y la autonomía en su comunidad ubicada en Momostenango, Totonicapán, al norte del país.
He aprendido que podemos lograr nuestros sueños y metas si nos enfocamos en ellas.
Un factor clave en este proceso de transformación, ha sido la mentoría de Gladys Vicente, una agente de cambio comprometida con la educación y el empoderamiento de las niñas.

Gladys defiende que “las niñas deben saber que cada etapa de la vida tiene su tiempo. Ellas deben disfrutar su niñez y adolescencia sin apresurarse, sin sentir que tienen que asumir responsabilidades que aún no están preparadas para enfrentar”.
Gracias a personas como Gladys, Flory sabe que su vida no tiene que estar definida por normas sociales nocivas. Lo expresa con total certeza: “No cambies tu mochila por un bebé”.
Yolanda Ávila, Oficial de Género y Derechos Humanos del UNFPA Guatemala, resalta que las historias de Flory y Griselda son un claro ejemplo de cómo los programas centrados en niñas y, los espacios educativos de base comunitaria son esenciales para prevenir los matrimonios y uniones tempranas y forzadas.
Cada niña tiene el derecho de decidir su destino y soñar sin límites. Una niña informada puede poner en cuestión prácticas y tradiciones que afectan su bienestar y obstruyen su futuro.

“Romper moldes y estereotipos es fundamental, pero igualmente importante es trabajar en conjunto, involucrando a comunidades, madres, padres, educadores y tomadores de decisión. Solo de esa manera es posible lograr que más niñas como Flory tengan la libertad de crecer, aprender y alcanzar sus sueños sin la presión de un matrimonio o unión temprana”, concluye Ávila.