CONCEIÇÃO DAS CRIOULAS, Brasil – “Si pudiera elegir dónde nacer, elegiría Conceição das Crioulas”, confiesa Antônio Crioulo.
Conceição das Crioulas es la casa del Sr. Crioulo; es donde respiró por primera vez y donde viven su madre, sus hermanos y sus hijos. También es el hogar de otras 4,300 personas que, como Crioulo, se identifican como quilombolas: miembros de las comunidades negras tradicionales de Brasil, cuyos antepasados sobrevivieron o escaparon de la esclavitud entre los siglos XVI y XIX.
Las comunidades afrodescendientes en Brasil han luchado durante mucho tiempo contra la discriminación estructural y sus devastadoras consecuencias. La tasa de pobreza de los brasileños negros y morenos fue el doble en 2021 que la de sus homólogos blancos, y las mujeres afrobrasileñas enfrentan riesgos mucho mayores de morir durante el parto.
Mientras tanto, la falta de datos nacionales desglosados sobre las comunidades quilombolas específicamente ha reforzado y exacerbado su exclusión social y política.
“No ser contabilizados significa volverse invisible y, como resultado, quedar desatendidos”, dijo la directora ejecutiva del UNFPA, la Dra. Natalia Kanem, en su declaración por el Día Mundial de la Población de 2024. “Las comunidades más marginadas todavía están subrepresentadas en los datos, y las consecuencias de esto afectan profundamente sus vidas y su bienestar”.
“Para hacer realidad los derechos y las opciones de quienes son marginados de nuestras sociedades, tenemos que contarlos, porque todos cuentan”.
Alcanzando la inclusión
Aproximadamente ocho décadas antes de que se aboliera la esclavitud en Brasil en 1888, la tierra que se convertiría en Conceição das Crioulas fue comprada por seis mujeres negras libres, quienes recaudaron fondos mediante el cultivo de algodón. Hoy en día, se encuentra entre los 6,000 territorios quilombolas que se calcula que hay en todo el país, muchos de los cuales están marcados por tasas desproporcionadas de pobreza y exclusión.
“Una de las principales pérdidas del proceso de esclavización es la capacidad de soñar, de sentirse una persona, de sentirse parte de la sociedad”, dijo Crioulo. “Brasil se construyó a partir de la fuerza del trabajo de los negros, pero nunca hubo reconocimiento de la importancia de promover políticas públicas para ellos”.
Los formuladores de políticas públicas necesitan datos para diseñar e implementar iniciativas efectivas para ayudar a las comunidades y no dejar a nadie atrás. Sin embargo, durante décadas, las herramientas de recopilación de datos como el censo reunieron poca o ninguna información sobre las comunidades quilombolas.
"Siempre que discutíamos sobre la necesidad de políticas públicas específicas, las autoridades afirmaban que carecían de información suficiente sobre los quilombos para planificarlas", dijo Gilvania Maria da Silva, una de las fundadoras de la Coordinación Nacional de Articulación de Comunidades Rurales Quilombolas Negras (CONAQ).
Pero en 2022, todo cambió: después de una amplia colaboración con CONAQ, UNFPA y líderes quilombolas, la agencia nacional de estadísticas de Brasil, IBGE, actualizó el censo para permitir que los encuestados se autoidentificaran como quilombolas. Por primera vez, Brasil tuvo un recuento oficial de esta población, que asciende a 1.3 millones de personas.
"El censo es un primer paso que resalta la importancia de esta herramienta para garantizar que todas las voces sean escuchadas", dijo la Sra. Maria da Silva. "A partir de ahora, la narrativa de 'no sabemos dónde están los quilombos ni cómo funcionan' ya no se sostiene, porque tenemos datos concretos que son esenciales para diseñar políticas públicas."
El poder de ser contado
La existencia de datos pertinentes y oportunos es un derecho, cuyo cumplimiento mejora el acceso a la salud, la educación y las oportunidades. La información específica sobre la comunidad quilombola de Brasil, incluido su rango de edad y proporción de género, por ejemplo, tiene importantes implicaciones para la formulación de políticas de salud pública y educación.
"Soy una persona con esperanza, pero vivir en un país históricamente racista y sexista no es fácil. Ambos van de la mano y afectan directamente las vidas de los negros, especialmente de las mujeres negras", dijo María da Silva.
"Mi esperanza es que día a día podamos acceder a más datos y mejorar nuestras políticas públicas para reparar los daños del pasado esclavista del país".