CHISINÁU, Moldova/PROVINCIA DE TETE, Mozambique/CARACAS, Venezuela – “Ya no quiero estar asustada”, le dijo al UNFPA Maira Opikuko, una mujer de 26 años de edad que vive en la localidad de Zulia, en Venezuela. “Ya tengo seis hijos. Y no quiero tener más”.
Sin embargo, la planificación familiar no había estado al alcance de la Sra. Opikuko. En su comunidad indígena Yukpa, la desinformación acerca de los anticonceptivos era algo generalizado. Pero incluso para aquellas venezolanas o venezolanos que desean tener acceso a servicios de planificación familiar, la prolongada crisis económica que vive el país, que se ha visto agravada por la pandemia de COVID-19, se ha traducido en la falta de inventarios y el desabasto de anticonceptivos
A medida que se ha prolongado la pandemia, la Sra. Opikuko se ha visto consumida por el miedo a quedar embarazada, ya que no pensaba que pudiera sobrevivir a otro parto. “La última vez que estuve en labor de parto me encontré al borde de la muerte”, describió. “Tuve una hemorragia. El doctor me dijo que tuve un prolapso del útero... Quiero ver a mis hijos crecer, quiero ver a mis hijas crecer, quiero poder ver a mis nietos”.
Y no está sola. La pandemia ha afectado el acceso de las mujeres a información y servicios de planificación familiar en todo el mundo, particularmente en los países de bajos ingresos y las comunidades marginadas.
A medida que la COVID-19 ha devastado los sistemas de salud en todo el mundo, obligando a los tomadores de decisiones a reasignar recursos y en ocasiones a cerrar instalaciones, los servicios de planificación familiar y de distribución de anticonceptivos se encuentran entre aquellos que han sufrido más interrupciones. Y los costos los están pagando las niñas y las mujeres más vulnerables. Se han registrado aumentos considerables en el número de embarazos no planeados entre mujeres adolescentes, por ejemplo, en algunas zonas de Kenia y Malawi.
Esta era una gran preocupación para Malula, una mujer que vive en la Provincia de Tete, en Mozambique. Después de la llegada de la COVID-19 al país, perdió el acceso al anticonceptivo inyectable que usaba. “Esto hizo que me quedara sin protección durante los meses de abril y mayo. Tenía algunos condones y compré más, pero se me acabaron”, comentó.
Cuando la maternidad ya no es una opción
Al mismo tiempo, muchas mujeres en todos los rincones del mundo afirman que la pandemia y sus repercusiones económicas les han obligado a postergar o renunciar a un nuevo embarazo.
Este fue el caso de Anastasia Ciuleacu y su esposo Vitalie Maistru, habitantes de la ciudad de Chisináu, en Moldova. Ellos siempre quisieron que su hijo pequeño tuviera un hermano o hermana, pero justo cuando comenzaban a tratar de concebirlo, llegó la pandemia.
“Es muy importante tener un compañero o compañera en este mundo en el que una se pueda apoyar, tal como mi hermana lo ha sido para mí”, explicó la Sra. Ciuleacu, de 32 años. “Sin embargo, al principio de esta crisis, lo último en lo que estaba pensando era en tener otro hijo”.
Las mujeres no solo están sopesando los riesgos de quedar embarazadas en medio de la pandemia; muchas también están enfrentando una mayor carga financiera. “La pandemia nos obligó a optar por un jardín de niños privado”, afirmó la Sra. Ciuleacu, que también refiere que esos gastos pueden agobiar a los padres y madres de familia. “Es algo caro, pero no teníamos otra opción. Esa fue la única manera en la que podíamos continuar trabajando desde casa durante la pandemia, ya que las instituciones públicas cerraron”.
En todo el mundo, las mujeres están enfrentando variaciones del mismo dilema. El hecho de tener que asumir más responsabilidades de cuidado ha obligado a muchas de ellas a abandonar el mercado laboral. Incluso antes de la crisis de salud, muchas de ellas solo tenían empleos precarios o informales, muchos de los cuales desaparecieron debido a las restricciones de la pandemia. En el caso de estas mujeres, a medida que la pandemia ha incrementado sus cargas de trabajo y acentuado las desigualdades de género, la opción de convertirse en madres parecería ser cada vez más lejana.
Redoblando la apuesta a favor de los derechos
El conjunto de estas adversidades individuales encierra el potencial de modificar el perfil de las poblaciones de muchas comunidades y países. Esto ha dado lugar a titulares de prensa alarmistas en los medios tradicionales, alimentando temores de auges o caídas súbitas en las tasas de natalidad, dependiendo del país. De acuerdo con los expertos, estas preocupaciones son prematuras y ese alarmismo es injustificado.
Los pocos datos actualmente disponibles, lo mismo que la evidencia de crisis históricas, indican que la pandemia podría llevar a disminuciones en la fecundidad a corto plazo en muchos países. Otros países están reportando indicios de un mayor número de nacimientos. Pero es demasiado temprano para sacar conclusiones a largo plazo.
“Lo que sí debería provocar alarma son aquellas situaciones en las que las mujeres no pueden ejercer sus opciones y derechos sexuales y reproductivos”, afirmó la Directora Ejecutiva del UNFPA, la Dra. Natalia Kanem, en una declaración hecha previamente al 11 de julio, el Día Mundial de la Población, “ya sea como resultado de la interrupción de los servicios de salud, o porque la discriminación de género les impide tomar decisiones relacionadas con su acceso a servicios de salud, el uso de metodos anticonceptivos o tener relaciones sexuales con sus parejas”.
Lo anterior coincide con los hallazgos de diversos investigadores, como el académico Tom Emery, cuya investigación en Moldova, realizada con el apoyo del UNFPA, encontró un posible “cambio en la fecundidad, de una planeada a una no planeada, y una disminución en la capacidad de las mujeres para tomar decisiones reproductivas”.
Finalmente, la mejor manera de hacer frente al cambio en los patrones de fecundidad es apoyar los derechos humanos y el bienestar de las mujeres y las niñas en todas partes. Esto significa acelerar los esfuerzos para empoderar a las mujeres en los ámbitos educativo, económico y político. Significa apoyar los esfuerzos para poner fin a las normas y prácticas discriminatorias que ponen a las mujeres en desventaja en el hogar y en sus lugares de trabajo. Y también significa abordar sus necesidades de manera holística, desde la impartición de educación integral en sexualidad, pasando por garantizar servicios de salud sexual y reproductiva accesibles, hasta ampliar la disponibilidad de programas de cuidado infantil.
Empoderadas para elegir
Mientras tanto, los esfuerzos para fortalecer la información y los servicios de salud sexual y reproductiva están haciendo una diferencia.
En Mozambique, el acceso de Malula a sus anticonceptivos inyectables se reanudó a finales de abril, gracias a la llegada de una brigada de salud móvil que opera con el apoyo del UNFPA. En Venezuela, la Sra. Opikuko recibió información confiable sobre métodos anticonceptivos a través de un programa de salud que también cuenta con el apoyo del UNFPA. “Ese día, fui junto con mi esposo y le dije ‘Ya basta. Quiero un dispositivo intrauterino’”. Al poco tiempo consiguió que le colocaran uno.
Y la Sra. Ciuleacu también pudo hacer sus sueños realidad. Después de haber visto a su madre recuperarse de un caso crítico de COVID-19, tomó la decisión de asumir los riesgos de tener otro hijo durante la pandemia.
El apoyo solidario de su esposo como pareja y padre fue uno de los principales factores, afirmó. “Para una mujer que quiere desarrollar una carrera, el apoyo y la participación equitativa de su pareja durante el embarazo y el parto son muy importantes en la decisión de tener otro bebé o no”, explicó.
Su próximo hijo o hija debería nacer en noviembre.
*Texto: Rebecca Zerzan