NACIONES UNIDAS, Nueva York – La mitad. Esta es la alarmante cifra de embarazos que las niñas y mujeres no eligen deliberadamente.
La edición 2022 del Estado Mundial de la Población, informe bandera del UNFPA publicado hoy, se centra en la ignorada crisis de los embarazos no intencionales. Titulado Visibilizar lo invisible, el informe examina cómo estos embarazos suponen un fracaso mundial en la defensa de los derechos humanos fundamentales. Hay una media de 121 millones de embarazos no deseados cada año —331.000 al día— y se espera que esta cifra se incremente con el aumento de la población si no tomamos medidas drásticas.
La capacidad de decidir si se quiere tener hijos o no, cuántos y con quién forma parte esencial de los derechos reproductivos de las niñas y mujeres. Cuando este derecho se ignora o está en riesgo —debido a restricciones sociales, a abusos, a falta de servicios sanitarios o a la escasa prioridad que suele otorgarse a la mitad femenina de la humanidad— las consecuencias se agravan. Los embarazos no intencionales tienen un impacto tanto en las vidas de los individuos como en las sociedades en su conjunto y dificultan el progreso en materia de salud, educación e igualdad de género, incrementan la pobreza y la falta de oportunidades y suponen un coste de miles de millones en recursos.
Más de tres de cada cinco embarazos no intencionales terminan en aborto. Se estima que un 45 por ciento de todos los abortos se lleva a cabo en condiciones de riesgo en países donde esta intervención es ilegal, está restringida o es muy costosa en lugares seguros. Los abortos inseguros provocan la hospitalización de unos siete millones de mujeres al año en todo el mundo y son una de las principales causas de muertes maternas.
Un objetivo primordial del UNFPA es lograr un mundo en el que cada embarazo sea deseado. A continuación, presentamos siete mitos sobre los embarazos no intencionales que contribuyen a generar vergüenza, estigma y malentendidos que debemos superar para terminar con esta crisis.
Mito 1: Solo las mujeres promiscuas y las adolescentes imprudentes tienen embarazos no intencionales.
Toda mujer fértil, con independencia de la edad, estado civil u origen puede quedarse embarazada de manera inesperada, así como personas que no se identifican como mujeres. Es un error explicar esta alta incidencia en base a estereotipos de género.
Por ejemplo, a pesar de que los métodos anticonceptivos modernos son cada vez más accesibles, ninguno es cien por cien infalibe. La abstinencia sexual también puede fallar debido a causas como la coacción o la violencia. Otros factores que socavan la capacidad de las mujeres y niñas para ejercer su libertad reproductiva y autonomía corporal incluyen la desigualdad de género, la pobreza, la vergüenza, el miedo y la violencia de género. Los hombres desempeñan un papel decisivo: en el mundo, casi un cuarto de las mujeres no pueden negarse a tener relaciones sexuales. Las violaciones provocan embarazos no intencionales en una proporción igual o superior a las relaciones sexuales consentidas.
Jóvenes o mayores, casadas o solteras, sexualmente activas o no, todas las mujeres y personas transgénero o no binarias son vulnerables si tienen la capacidad de quedarse embarazadas.
Mito 2: Las mujeres no utilizan métodos anticonceptivos porque no los conocen o no los pueden conseguir.
A escala mundial, se estima que 257 millones de mujeres que no quieren quedarse embarazadas no utilizan métodos anticonceptivos seguros y modernos. Entre ellas, 172 millones no utilizan ningún método. La falta de conocimiento o de acceso a métodos anticonceptivos es una de las razones menos mencionadas para su no utilización. Las razones más importantes son la preocupación por los efectos secundarios, tener relaciones sexuales poco frecuentes o inexistentes y la oposición a la utilización de preservativos u otros métodos. La desinformación sobre los efectos en la fertilidad a largo plazo se suma a los miedos relativos a la anticoncepción.
Para responder a la crisis de los embarazos no intencionales, el UNFPA ha reforzado el acceso a métodos anticonceptivos, proporcionando 724 millones de preservativos masculinos, 80 millones de ciclos de anticonceptivos orales y decenas de millones de otros métodos anticonceptivos solo en el año 2020. Este suministro es fundamental, pero también lo es derribar las barreras personales y sociales que dificultan la utilización de anticonceptivos.
Mito 3: El acceso legal y libre al aborto incentiva a las mujeres a mantener relaciones sexuales sin protección.
En realidad, la tasa de embarazos no intencionales tiende a ser más baja en países con una legislación más progresista sobre el aborto, donde el aborto seguro es accesible si así se desea o en la mayoría de condiciones. En aquellos países en los que el aborto está restringido o prohibido, un mayor número de mujeres tiene embarazos de manera inesperada.
Entonces, ¿cuáles son las razones? La relación existente entre los embarazos no intencionales, el acceso al aborto seguro y los niveles de desarrollo socioeconómico. La legislación progresista sobre el aborto probablemente no tiene relevancia sobre la tasa de embarazos no intencionales. Al contrario, estas leyes suelen existir en aquellos lugares en los que los derechos de las mujeres y niñas se respetan y en los que hay más servicios de salud sexual y reproductiva para las personas sexualmente activas.
En resumen, cuando las mujeres tienen acceso a servicios de salud adecuados y tienen la capacidad de ejercer sus derechos sobre la libertad reproductiva y autonomía corporal, las tasas de embarazos no intencionales descienden con independencia de las leyes existentes en materia de aborto.
Mito 4: La culpa de los embarazos no intencionales es siempre de la persona.
A pesar de que, a nivel individual, los embarazos no intencionales son obviamente el resultado de mantener relaciones sexuales sin protección, las causas más profundas hunden sus raíces en la sociedad. Las investigaciones muestran que las tasas de embarazos no intencionales varían enormemente según el país y reflejan sus niveles de desarrollo general. Condiciones socioeconómicas como la renta, la educación, la igualdad de género y la existencia de servicios de salud desempeñan un papel fundamental en establecer las probabilidades de que una mujer se quede embarazada de manera inesperada. Limitar la cuestión a un asunto de responsabilidad personal obvia estos factores esenciales.
Por último, el relato de los embarazos no intencionales refleja el valor que el mundo otorga —o no— a las mujeres y niñas. Cuando las sociedades restringen la libertad reproductiva de las mujeres, la maternidad puede convertirse en la única opción y no en una decisión sopesada y un deseo. Por el contrario, cuando las sociedades dan poder a las mujeres para tomar sus propias decisiones, reconocen el valor inherente de las mujeres. Los países con mayores niveles de decisión informada reducen tanto los embarazos no intencionales como sus consecuencias negativas de amplio alcance.
Mito 5: Las mujeres casadas no tienen que preocuparse por los embarazos no intencionales.
Las mujeres y niñas casadas no suelen incluirse en este debate sencillamente porque se asume que el matrimonio equivale a tener hijos. De hecho, las mujeres casadas son tan susceptibles o más de tener embarazos no intencionales que cualquier otra mujer.
Junto con el riesgo habitual del fallo de los métodos anticonceptivos, existen cuestiones vitales de poder y capacidad de decisión dentro del matrimonio: las adolescentes pueden verse forzadas al matrimonio precoz por sus familias para evitar la deshonra y el estigma del embarazo fuera del matrimonio. Las niñas en matrimonios infantiles con hombres mucho mayores suelen tener poca formación y poder y muchas de ellas no pueden tomar ninguna elección reproductiva. En los casos de maltrato en el hogar, las mujeres tienen un 53 por ciento menos de probabilidades de utilizar anticonceptivos, y dos veces más de posibilidades de embarazo no intencional.
Mito 6: Los embarazos no intencionales son embarazos no deseados.
Pese a que más del 60 por ciento de los embarazos no intencionales terminan en aborto, no todos son no deseados. Algunos son “accidentes felices” que las mujeres llevan a término. Una amplia encuesta en Francia averiguó que las mujeres prefieren decir que un embarazo fue no planeado a decir que fue no deseado.
La actitud de las mujeres hacia el embarazo puede variar en el tiempo. Algunas no saben si querrán tener hijos o tener más hijos de los que ya tienen. Otras están seguras de que los desean pero no están convencidas de sus circunstancias presentes y futuras. Las hay que cambian de opinión antes o incluso durante el embarazo. Sin embargo, puede que otras se resignen al hecho de que el embarazo es lo que se espera de ellas, y creen que casi no pueden intervenir en la decisión, si es que pueden. Necesitamos más investigaciones que nos ayuden a desentrañar esta variedad de situaciones y a ofrecer mejores oportunidades para que las mujeres tomen decisiones reales e informadas sobre sus cuerpos y su futuro.
Mito 7: Los embarazos no intencionales no son una verdadera crisis.
La alta tasa de embarazos no intencionales tiene consecuencias devastadoras a nivel mundial que afectan prácticamente a cada aspecto del desarrollo humano. En un mundo que ya se enfrenta a grandes retos como el cambio climático, guerras, desastres naturales y migraciones en masa, los embarazos no intencionales y los daños que conllevan suponen un gran derroche: miles de millones de dólares en costes de atención sanitaria, bajos niveles de progreso social, altos niveles persistentes de abortos inseguros que tienen como resultado muertes maternas e incremento de la pobreza y del hambre.
Por encima de todo, esta crisis conduce a un desaprovechamiento del potencial de las mujeres y niñas. La incapacidad de ejercer el control sobre su salud reproductiva atrapa a millones de ellas en una espiral de dificultades y pérdida de oportunidades que se perpetúa de generación en generación. Empoderar a las mujeres para que tomen decisiones conscientes y deliberadas sobre sus embarazos es esencial para lograr los avances en educación, salud e igualdad de género en los que el mundo deposita sus esperanzas.