TRINIDAD, Bolivia - “Desde siempre quise dedicarme a la atención integral de la mujer”, dice con convicción Mónica Noelia Rojas Villarroel, gineco-obstetra boliviana que ha hecho de su vocación una causa de vida.
Nació en La Paz, pero desde muy pequeña su vida tomó otro rumbo: creció en la ciudad de Trinidad, en el corazón del departamento del Beni, a 600 kilómetros al este de su ciudad natal. Allí, la selva, la lluvia y las distancias marcaron su infancia y desarrollaron su sensibilidad hacia las mujeres de la región.
Más adelante, su camino en la medicina la llevó a Cochabamba, donde se formó como doctora, para luego regresar al Oriente boliviano decidida a cuidar de cerca las vidas y luchas de tantas mujeres.
Durante su internado rotatorio comenzó a comprender que cada embarazo es también un mundo de riesgos, decisiones y desafíos. Atendió cerca de cien partos y fue allí donde descubrió que no todos terminan bien; sobre todo, cuando las barreras en el acceso a los servicios de salud son tan grandes como los ríos que cruzan las comunidades del Beni.
Una experiencia la marcó profundamente. Durante su residencia, una mujer de 30 años llegó al hospital tras un viaje de más de 36 horas en canoa.
“Recuerdo que la paciente había sido atendida por su madre en su comunidad. Era un embarazo gemelar. Dio a luz al primer bebé en casa, pero tuvo complicaciones con el segundo. Su mamá amarró el cordón con un hilo y emprendieron el viaje”.
El segundo bebé estaba en posición transversa y se necesitaba una cesárea urgente. “Esa experiencia fue algo que me marcó, como profesional en salud y como madre. La fortaleza de esa mujer fue un acto de valentía”.
A menudo, las mujeres de la zona no sólo realizan viajes que implican muchas horas por la distancia desde sus comunidades hacia el servicio de salud, sino que además enfrentan emergencias obstétricas que requieren atención oportuna y de calidad.
Esa historia no fue la única. En el hospital Materno Infantil en Trinidad, Mónica ha atendido numerosos casos de emergencias obstétricas complejas. Recientemente, una madre arribó desde la ciudad de Rurrenabaque con un embarazo de 37 semanas, ya con el bebé sin vida. Había tenido anemia severa, pero no se reconocieron las señales de peligro. Hubo demora. Una vez más.
Las razones que escucha son tan duras como reales: “Estaba esperando a que llegara mi marido”, “Pensé que era normal porque a mi mamá le pasó igual”, “No tenía con quién dejar a mis hijos”. Incluso, los familiares repiten frases como: “Se tomó un paracetamol”, “Estaba así hace dos días”.
“Como especialista, sé que prevenir la muerte materna es posible si se actúa a tiempo”, afirma Mónica. Para ella, es fundamental difundir información sobre las señales de peligro durante el embarazo, parto y postparto, dejar de normalizar el dolor y formar personal capacitado que sepa actuar con rapidez y empatía. “Cualquier embarazo puede volverse riesgoso, pero existen factores que pueden prevenir este riesgo”, sostiene.
Por eso, las iniciativas del Ministerio de Salud y Deportes que son apoyadas por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Bolivia son clave para avanzar hacia la reducción de la mortalidad materna.
Gustavo Tapia, Analista de Programa en Calidad de Atención y Servicios de UNFPA Bolivia, explica que “el fortalecimiento de las capacidades del personal de salud, la mejora de la calidad de la atención y la eliminación de las barreras por normas sociales desiguales que enfrentan las mujeres, especialmente en áreas rurales y comunidades alejadas como las que atiende la doctora Mónica, son fundamentales para salvar la vida de las embarazadas, y para que cada parto sea una celebración de la vida y no un riesgo para la madre o el recién nacido”, señala.
De acuerdo con las cifras del Sistema Interagencial de Estimaciones de la Mortalidad Materna de Naciones Unidas, Bolivia ha reducido la razón de mortalidad materna de 287 muertes por 100.000 nacidos vivos en el año 2000 a 146 en 2023 (casi un 50 %).
Recientemente, el Ministerio de Salud y Deportes de Bolivia, junto a sus pares del área, firmó la Política Andina para la Prevención y Reducción de la Muerte Materna, desarrollada por el Organismo Andino de Salud – Convenio Hipólito Unanue (ORAS-CONHU), con el apoyo del UNFPA.
Mientras tanto, Mónica, que es madre, además de médica, sigue fiel a su vocación de salvar vidas. Tiene dos hijos, que son su motor y su inspiración diaria en cada consulta, en cada historia que acompaña, en cada mujer que llega a tiempo y se va con vida, Mónica escucha el eco de su propósito. El latido de un corazón… o de dos, que siguen vivos, sanos, y que nos recuerdan que “donde late una vida, nace una historia”.