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CHURCAMPA, Perú - Edelmira Martina Antay Dávila recuerda cuando las mujeres morían durante el parto. "Yo daba a luz en casa, pero no era bueno", aseguró al UNFPA. "Las mujeres podían morir producto de una hemorragia".

La Sra. Antay vive en Churcampa, una remota provincia que se eleva 2000 metros sobre el nivel del mar. La comunidad es mayoritariamente indígena.

Hace veinte años, ocho de cada diez mujeres en Churcampa daban a luz en casa, con la ayuda de parientes o parteras no calificadas, y las que buscaban atención médica profesional a menudo encontraban centros de salud sin la capacidad de manejar complicaciones graves.

Pero hoy en día eso ha cambiado, pues el 95 % de los partos en la provincia se llevan a cabo en el Centro Sanitario de Churcampa, y la salud materna ha mejorado considerablemente.

"Tengo cinco hijos: Elizabeth, Edgar, Dayana, Edú y Sauri,” comenta la Sra. Antay. “A mis hijas la tuve en casa, pero ahora doy a luz en el Centro de Salud de Churcampa".

Gran parte del cambio se debe a un esfuerzo deliberado por parte de las autoridades sanitarias en el sentido de respetar las tradiciones relacionadas con el parto y la cultura de las mujeres locales. 

Escuchar a las mujeres

En toda América Latina y el Caribe, aproximadamente 1 millón de mujeres dan a luz fuera de centros de salud cada año, y esto las expone a complicaciones. Aproximadamente, 7300 mujeres mueren cada año por causas relacionadas con el embarazo. 

Afortunadamente, Perú ha logrado avances notables en la tarea de salvar las vidas de las madres. Entre 1990 y 2015, el país logró reducir la razón de mortalidad materna en un 73 %.  Los esfuerzos para promover que las mujeres dieran a luz en centros de salud equipados de forma adecuada, con personal profesional, han jugado un rol fundamental en este proceso.

Y para ello, los sistemas de salud rural han tenido que adoptar algo a lo que antes no prestaban suficiente atención: las tradiciones y prácticas culturales. 

Todo comenzó hace alrededor de una década en las regiones de Huancavelica, donde se encuentra Churcampa, y Ayacucho. Allí, el UNFPA y la organización Medicus Mundi Navarra facilitaron diálogos entre las autoridades sanitarias y la comunidad local para averiguar por qué eran pocas las mujeres indígenas que recibían atención en los centros de salud. 

Los funcionarios de salud también descubrieron que las mujeres indígenas querían poder hablar su lengua nativa, el quechua, mientras se les prestaba atención médica. Querían estar acompañadas de familiares durante el parto, y muchas preferían ciertas medicinas tradicionales, como hierbas medicinales, para controlar las náuseas.

Muchas mujeres también querían dar a luz en posición vertical, con la ayuda de una cuerda, en lugar de en una cama de parto horizontal. 

Acoger la cultura y la comunidad

En la medida en que los centros de salud y sus colaboradores mejoraron la calidad de la atención y acogieron las costumbres locales, más mujeres empezaron a dar a luz en ellos y se logró reducir la mortalidad materna.

"Gracias a la atención de salud materna con pertinencia intercultural, estamos viendo una disminución en la morbimortalidad materna y neonatal en nuestras comunidades y centros de salud", afirmó Miriam Gutiérrez Castro, obstetra del Centro Sanitario de Vilcashuamán, en Ayacucho.

Las autoridades de Churcampa aseguran haber notado también un aumento de la demanda de los servicios de salud materna y neonatal, así como más altos niveles de satisfacción.

"Ahora nos gusta visitar el Centro Sanitario de Churcampa porque nos tratan como en casa, y podemos dar a luz con la cuerda, y de la manera en que nos gusta que nos traten", explicó la Sra. Antay al UNFPA. 

"Nuestros maridos también participan, y cuando no están presentes, nuestras familias nos apoyan, tal como nos gusta". 

Aun así, las tasas de mortalidad materna entre las mujeres indígenas siguen siendo superiores a las tasas correspondientes a los sectores más amplios de la población, y la mayoría de estas muertes se deben a causas evitables. 

Los esfuerzos para llegar a las comunidades y al personal sanitario locales deben continuar. El año pasado, por ejemplo, el UNFPA ayudó a las y los trabajadores del centro de salud de Ayacucho a visitar a sus colegas de Churcampa para intercambiar buenas prácticas y conocimientos.

Y las mujeres también están instando a sus pares a que reciban servicios de salud.

"Me siento bien porque me trataron con cortesía y con afecto", afirma la Sra. Antay en el centro de salud en Churcampa. "Así es como nos gusta, y por eso quisiera que otras mujeres vinieran aquí para recibir atención".

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