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CIUDAD DEL ESTE, Paraguay - Oriana Moreno conoció a Rafael Marín por internet. Se enamoró de él a más de 5.500 kilómetros de distancia entre El Tigre (Venezuela) y Ciudad del Este (Paraguay), sin que nunca antes se hayan encontrado físicamente. Ella entonces no sabía que la dura experiencia de la migración forzada y la situación de refugiados venezolanos los uniría con mucha fuerza para resistir a los obstáculos y desafíos.

Rafael (40), de profesión coach o asesor de marca personal, tenía una buena posición laboral en Isla Margarita, Venezuela, pero la crisis política y económica en su país lo obligó a emigrar. Primero viajó a Montevideo, Uruguay, en donde permaneció trabajando durante tres años, pero el alto costo de vida tampoco le favorecía mucho. Fue entonces cuando un familiar le recomendó venir a probar suerte a Ciudad del Este.

En el Paraguay, Rafael encontró mejores posibilidades. El costo de vida era más accesible, había mejores oportunidades y desde allí pudo mantener los contactos con sus clientes en varios países, a través de internet. En uno de esos encuentros virtuales conoció a Oriana (33), una colega coach, quien vivía en El Tigre, en el Estado de Anzoátegui, y quien también se sentía asfixiada por la crisis que afectaba a su país. Empezaron a conversar por chat y muy pronto surgió el amor y el desafío: “Deseábamos encontrarnos y formar una familia. En Venezuela no iba a ser posible, así que yo decidí viajar al Paraguay”, cuenta Oriana.

La odisea de la migración no resultó fácil para ella. Tuvo que cruzar la frontera de Venezuela con Brasil por tierra, viajar a través de selvas y montañas, tomar varios vuelos de avión hasta llegar a Ciudad del Este. “Fue lo más fuerte que me pasó: tener que correr para tomar un bus o un avión, con mucho miedo de lo que me pueda suceder en pueblos distantes y desconocidos, pero finalmente llegué a destino, tras aproximadamente siete días de viaje”, cuenta ahora, con más de un año de residencia, embarazada de siete meses de su primer bebé, una niña que nacerá en el Paraguay, a la que pondrán por nombre Luciana.

Un creciente número de migrantes

Oriana admite que su historia de vida no resulta tan dramática como la de otras mujeres venezolanas migrantes a quienes conoció durante el viaje o que luego encontró en Ciudad del Este, en los espacios propiciados por el UNFPA, Fondo de Población de Naciones Unidas, y las organizaciones que integran la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, conocida como Plataforma R4V, implementada con recursos del Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica.

Los registros oficiales apuntan a que cerca de 5.000 personas venezolanas se encuentran actualmente en carácter de migrantes o refugiadas en el Paraguay, pero el número sigue creciendo y podría llegar a cerca de 10.000 a fines de 2022. Si bien estos números podrían parecer pequeños en relación a la inmigración venezolana a otros países, conlleva un desafío importante para el Paraguay y particularmente en casos como el de Oriana, en el que se debe dar respuesta a necesidades clave en materia de salud reproductiva: una maternidad en medio de esta situación, no deja de enfrentar sus propios retos.

“En los trayectos del viaje me encontré con mujeres muy humildes, que viajaban solas o con sus hijos pequeños, a quienes veía muy asustadas, vulnerables por su condición de migrantes, con mucho miedo de lo que les pueda pasar en ese viaje hacia lo desconocido, ya que muchas venían con el dinero justo y sin saber qué podían encontrar”, relata.

Oriana reside actualmente con su pareja, Rafael, en un pequeño departamento alquilado el barrio Ciudad Nueva, de Ciudad del Este, desde donde trabajan como asesores de marca personal para sus clientes, localizados en varios países. Ambos se mantienen la mayor parte del día conectados en forma digital, lo que les resta tiempo para hacer vida social en su nuevo entorno.

“Los únicos parientes que tenemos en el Paraguay son un hermano de Rafael, con su esposa y sus hijos, pero tenemos pocas oportunidades de vernos, porque nos pasamos trabajando para cubrir nuestros gastos y ayudar a nuestros familiares en Venezuela. He asistido a dos encuentros de mujeres venezolanas convocadas por la gente del UNFPA y así me he enterado de que existe una comunidad cada vez mayor de migrantes en Ciudad del Este y en otras localidades del país. He conocido historias de mujeres que han tenido muchas dificultades para conseguir trabajo o que han estado expuestas a ser víctimas de abusos o de violencia sexual. Me he ofrecido a ayudar a mis compatriotas desde mis capacidades y mi experiencia”, enfatiza Oriana.  

Sobrevivir en tierra extraña

“Migrar es tener que dejar todo atrás, enfrentar el miedo y sobrevivir en una tierra extraña, tener que empezar todo de nuevo en una cultura diferente”, dice Oriana, quien admite que lo que más extraña es la cercanía de su madre y padre, a quienes no ha podido ver desde que salió de su país.

La regularización de sus documentos para obtener la radicación en el Paraguay es lenta, porque en 2019 el gobierno paraguayo rompió relaciones diplomáticas con Venezuela. “Estamos realizando el proceso, pero nos dicen que aun llevará tiempo. Mientras tanto, no podemos inscribirnos en el Registro Único de Contribuyentes (RUC), abrir una cuenta en un banco, operar con mejores condiciones financieras, lo cual significa un problema, pero estamos obteniendo ayuda a través de la Plataforma R4V, algo que muchos agradecemos. Debo decir que los paraguayos son muy hospitalarios, en mi caso no he encontrado ningún rechazo, ninguna actitud de xenofobia o de discriminación por ser migrante”, refiere.

En el caso de su embarazo, que le permitirá tener a su primera hija, a quien está decidida a otorgarle la nacionalidad del país que la coge como migrante, Oriana asegura que lo está llevando con mucha seguridad por el acompañamiento del personal de salud. “Hemos debido acudir en horas de la madrugada a un hospital y siempre los médicos y funcionarios nos han atendido muy bien. Hay una médica paraguaya, la doctora Marta, quien nos acompaña de cerca y me hace sentir muy segura para tener a mi primer bebé con cuidado y protección”, destaca.

Ella sueña con viajar a Venezuela para que su hija pueda conocer a los abuelos, pero sabe que eso no ocurrirá en un futuro inmediato: “Estamos decididos a radicarnos en el Paraguay, a forjar aquí un futuro, a formar una familia, a aportar nuestro granito de arena a esta nueva patria que nos ha recibido con mucha generosidad, desde nuestra identidad de migrantes venezolanos. Es una oportunidad por la que siempre estaremos agradecidos”._____

 

Texto: Andrés Colmán Gutiérrez para UNFPA Paraguay.

Fotografías: UNFPA Paraguay/Desirée Esquivel Almada.