SANTO DOMINGO, República Dominicana – Alicia Estévez es mentora del club de chicas Fabricando Sueños de Dajabón, un municipio ubicado en el noroeste de República Dominicana, en la frontera con Haití. Allí tiene a su cargo una treintena de niñas entre 8 y 11 años, a las que enseña “los derechos que ellas tienen, sobre su cuerpo, sobre que nadie las puede tocar”.
“Por aquí pasan muchos adultos que las engañan, le ofrecen cosas, le ofrecen un futuro muy lindo, entonces ya cuando salen embarazadas las dejan y se van”, explica. Por eso, les enseña a imaginarse un futuro diferente.
Ahora ya quieren estudiar, trabajar, tener su propio dinero, que no necesitan que nadie les dé dinero. Han cambiado completamente su manera de pensar, que es lo que nosotros buscamos, empoderarlas.
Congregadas en el lugar, las niñas enumeran, decididas, qué les gustaría ser: azafata de vuelo, guardia, doctora, maestra, abogada, militar, ingeniera agrónoma, bailarina profesional, piloto.
República Dominicana es uno de los países de América Latina y el Caribe con una de las mayores tasa de embarazos adolescentes. Con el apoyo del UNFPA, las mujeres han decidido poner fin a este desafío con una ofensiva que incluye desde el empoderamiento de las niñas, hasta más educación integral de la sexualidad y acceso a la planificación familiar.
Los problemas relacionados con el embarazo en adolescentes y la maternidad temprana, que golpean sobre todo a los estratos en situación de vulnerabilidad, se acentúa en la frontera con Haití. En provincias como Elías Piña, el 79 % de los hogares tiene un nivel socioeconómico bajo o muy bajo, según datos del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD).
En estas zonas fronterizas, el embarazo en adolescentes es más prevalente que en el resto del país. Uno de cada cuatro embarazos corresponde a una adolescente, frente a uno de cada cinco en toda República Dominicana. El país presenta una tasa de fecundidad de 77 nacimientos por cada 1.000 mujeres entre 15 y 19 años, y se ubica por encima de la media regional (50.6) y mundial (41).
En este contexto, se ha ido tejiendo una red que busca implementar programas de planificación familiar no solo en centros de salud y hospitales, sino en el mismo barrio, en viviendas particulares conocidas como Casas Claves, dirigidas por lideresas comunitarias.
Grismary Carrasco está al frente de una de esas Casas Claves en Dajabón. “Fui una madre adolescente. Pasé por esa etapa. Por eso ahora me ha encantado manejarme para que las adolescentes no pasen por lo que yo pasé. Soy madre de tres niños y lo que tengo son 27 años”, explica.
Ella destaca la “privacidad” de la Casa Clave, donde distribuye una media de 190 preservativos al mes: “A veces han venido a las 12, a la una (de la madrugada) y yo (les doy preservativos a los chicos) hasta por la persiana”.
Además, se convierte en confidente de las adolescentes y anima a las jóvenes que, como ella, quedaron embarazadas a temprana edad: “Eso es lo que más hablo y comento con nuestras adolescentes de la población, que, aunque ya el embarazo llegó todo no termina ahí, (…) que hay que luchar por lo que se quiere”, relata.
