RORAIMA, Brasil - Todos los días desde el inicio de la pandemia, Rafael Sanz, conductor del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Roraima, Brasil, sigue una cuidadosa rutina al llegar a casa después de una intensa jornada de trabajo en el terreno. Se quita los zapatos y la ropa y se da un baño en una regadera improvisada en el patio trasero de su casa. Estas medidas de seguridad adicionales tienen una razón de ser. Rafael, de nacionalidad venezolana, quien migró a Brasil en 2016, reside en Boa Vista, una ciudad al norte de Brasil, con su esposa y su hijo de 13 años, Guierry Pierre, que vive con distrofia muscular de Duchenne y, por lo tanto, forma parte del grupo de población en riesgo de contraer la COVID-19.
El síndrome de Duchenne es una enfermedad degenerativa que no tiene cura, pero el mejor tratamiento para esta condición está disponible en Sao Paulo, adonde la familia va con frecuencia. “La enfermedad avanza muy rápido, y Guierry ya no puede caminar o estirar las piernas. Pero el tratamiento ayuda a retrasar la progresión de la enfermedad. Su cuerpo puede estar débil, pero su mente es muy fuerte. Es un chico inteligente y le encanta usar la computadora”, afirma su orgulloso padre.
El trabajo humanitario de Rafa
Rafa, como todo el mundo lo conoce, es parte fundamental del equipo de asistencia humanitaria del UNFPA, que atiende directamente a personas migrantes y refugiadas, y juega un papel estratégico para que las misiones se lleven a cabo sin peligro. Durante la pandemia, ayudó con la entrega de Kits de Dignidad. Incansable y siempre con una sonrisa en el rostro, Rafa es extremadamente amable tanto con los miembros del equipo como con las personas beneficiarias. “Rafael es un ser humano excepcional y su historia de vida nos fortalece a todos”, afirma el jefe de la oficina del UNFPA en Roraima, Igo Martini.
Rafael comenzó a trabajar para el UNFPA en 2018, dos años después de haber llegado a Brasil. Se integró a la ONU después de completar un curso de portugués para extranjeros. Su trabajo ha sido un motivo de orgullo todavía mayor durante la pandemia, a pesar de los riesgos. “Somos extremadamente cuidadosos. Y yo veo que las personas se ponen muy contentas cuando entregamos los kits y las canastas básicas. Se ponen tan felices que nos quieren abrazar. Pero les explicamos que no pueden”, nos comenta. “Es fantástico poder trabajar, formar parte de este organismo y ayudar a mis hermanos y hermanas venezolanos. Me siento muy orgulloso”, concluyó.
La satisfacción de ayudar a las personas es lo que mueve a Rafael. “Cada vez que estamos en el terreno entregando algo a las personas necesitadas, vemos esa felicidad. Las hacemos sentir cobijadas”, resalta. Rafa piensa seguir trabajando en el área humanitaria. “Como trabajador humanitario puedo ayudar más. No se trata solamente de un trabajo que te permite sobrevivir. Además de mantener a mi familia, también me permite ayudar a las familias de otros”, comenta. Para Rafael, el trabajo humanitario es una oportunidad de contribuir directamente al bienestar de sus hermanas y hermanos venezolanos. Cuando se fue de Venezuela, también perdió un excelente trabajo, una casa y un auto. “Pero yo fui afortunado. Me duele mucho verlos vivir en la calle; muchos no pueden encontrar trabajo. Me siento útil, es una manera de contribuir y ayudar”.
La respuesta humanitaria de UNFPA Brasil
UNFPA Brasil, a través de su programa de asistencia humanitaria, está presente en los estados de Roraima y Amazonas. Como parte de su trabajo de asistencia a personas migrantes y refugiadas, el UNFPA trabaja para garantizar que mujeres, niñas, mujeres embarazadas y otras personas en situación de vulnerabilidad tengan acceso pleno a servicios de salud sexual y reproductiva, además de promover la prevención de la violencia por razón de género, que tiende a aumentar en ese escenario.
En Roraima, el UNFPA ha entregado más de 1,000 kits de dignidad. Estos kits contienen artículos de higiene personal, como jabón y alcohol en gel, para ayudar a prevenir la COVID-19 entre la población más vulnerable.