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BRASILIA, Brasil - Hace solo unos 70 años, la comunidad indígena de Tsitsina Xavante, los A’uwe Uptabi, estableció contacto por primera vez con el mundo exterior en Brasil.

Antes de eso, se mantenían aislados, en la profundidad de la pluviselva. Su padre no llevaba ropa cuando era joven y no hablaba portugués.

Cuando se convirtió en el primer miembro indígena del Congreso Nacional del Brasil, se llevó a Tsitsina, su hija menor, a vivir con él en Brasilia, la capital. A raíz de sus primeras experiencias, Tsitsina se convirtió en líder de la Asociación Namunkurá Xavante, que representa a 305 grupos indígenas diferentes.

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Tsitsina dice con prudencia que no habla por todos los indígenas, sino solo por sí misma.

De diez hermanos, es la única que terminó la universidad e incluso una maestría. Hasta ahora, ha optado por no casarse y no tener hijos, al menos no todavía. Antes de que su padre muriera en 2002, cuando ella le pidió permiso para comenzar a salir con chicos a los 15 años, él se negó.

“Él quería que yo continuara estudiando para así poder ir donde yo quisiera”, recuerda. “Decía que incluso si me casaba debía ser económicamente independiente”.

Sin embargo, últimamente sus hermanas casadas la han estado animando a que tenga un hijo o una hija antes de que sea demasiado tarde.

Conforme a las tradiciones de su comunidad polígama, sería aceptable tener una relación con un cuñado para quedar embarazada. “Ellos creen que tengo la responsabilidad de tener hijos, de dar continuidad a nuestro pueblo”, dice Tsitsina. “Pero también se dan cuenta de que he vivido de otra manera”.

Entre las preocupaciones de Tsitsina con relación a su comunidad se incluye la observación de que anteriormente muchas personas solían esperar hasta que el primer hijo diera sus primeros pasos antes de tener un segundo niño, pero ahora las mujeres suelen tener hijos una vez al año durante muchos años. El riesgo de contraer enfermedades ha aumentado dada la práctica de mantener relaciones sexuales con múltiples personas en el seno de las familias. Si bien la comunidad indígena dispone de acceso a servicios atención de la salud, no recurre a ellos de manera regular. Debido a la existencia de tabúes que impiden debatir abiertamente las cuestiones relativas a las relaciones sexuales y la sexualidad, muchas personas disponen de poca o ninguna información sobre sus propios cuerpos o no saben cómo abordar las relaciones sexuales de manera responsable.

“Muchas niñas se casarán a los 14 o 15 años y tendrán hijos siendo muy jóvenes”, dice Tsitsina. “Algunas están contentas con ello, pero nunca conocerán otras perspectivas. Me gustaría que lo hicieran, porque de lo contrario, siempre seguirán con la vida que ya conocen y la verán como algo natural, privándose de nuevos estímulos”.

No es fácil. Su comunidad no tiene acceso a Internet, aunque ahora están conectados a la red eléctrica. Viajar en barco hasta la ciudad más cercana, el único medio de transporte, es caro. Y en una sociedad patriarcal, donde los roles y el trabajo claramente definidos de las mujeres se consideran menos valiosos, puede ser extremadamente difícil para las niñas reunir la motivación suficiente para perseguir sus sueños. Aun así, pueden ver a Tsitsina como un modelo a seguir, una persona comprometida con su comunidad, aún cuando vive de una manera diferente.

Foto: UNFPA / Giovanni Bello