SUCRE, Bolivia - En la histórica ciudad de Sucre, vestida con un aguayo tejido y con una sonrisa que devela la resiliencia de su espíritu, Juana Dorado Calvimontes narra una historia de transformación y crecimiento. Partiendo de una situación desfavorable, logró reencontrarse con su autonomía corporal y romper ciclos de desconocimiento y dolor.
Nacida en el seno de la cultura Jalq'a, su infancia estuvo marcada por la muerte de su padre, la ausencia de apoyo materno y el maltrato de sus hermanos. Estas circunstancias la privaron de oportunidades. Apenas pudo cursar un año de escuela.
Sin orientación alguna sobre su cuerpo o reproducción, y sin planes de ser madre, Juana quedó embarazada de su primera hija a los 19 años. "No sabía nada", confiesa. La desinformación alrededor de los anticonceptivos en su comunidad era tal, que no tenía ninguna manera de tomar decisiones autónomas sobre su propia reproducción. Si bien esa relación fue consensual, su segundo embarazo, a los 22, sería el resultado de una situación traumática.
La historia de Juana, lejos de ser un caso aislado, es lamentablemente una realidad extendida. De hecho, como lo expone el más reciente reporte sobre el Estado de la Población Mundial "La verdadera crisis de fecundidad: Alcanzar la libertad reproductiva en un mundo de cambios", casi la mitad de los embarazos en más de 150 países no son intencionales.
La evidencia disponible también indica que la violencia de género es una de las violaciones de derechos humanos más extendidas. A nivel global, una de cada tres mujeres ha experimentado violencia sexual, doméstica u otras formas de abuso en su vida. En América Latina, esta cifra asciende a dos de cada tres mujeres entre 15 y 49 años. Alarmantemente, el 12% de las mujeres en la región ha sufrido violencia sexual, duplicando el promedio global. Esta es una de las peores expresiones de la privación de la agencia reproductiva, pues muchas veces las víctimas son forzadas a la maternidad tras un abuso, lo cual es considerado por el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas como “un acto que equivale a tortura”.
La falta de soporte y justicia en estos casos son factores que perpetúan el ciclo de vulnerabilidad y desprotección para las mujeres, profundizando las consecuencias de la violencia de género y la falta de ejercicio de derechos sexuales y reproductivos.

Tras la experiencia vivida, Juana Dorado, no tuvo otra opción que emprender un arduo y solitario camino de sanación personal. Inicialmente, un "miedo grave" la paralizaba, llevándola a evitar cualquier contacto visual. Con el tiempo, sin embargo, ha logrado sanar, y hoy se siente más tranquila y abierta a conversar.
Rompiendo ciclos y sembrando esperanza
Con los padres de sus hijos evadiendo las responsabilidades, Juana enfrentó desafíos económicos durante la crianza de sus dos pequeños. Asumió el rol de "padre y madre". Décadas después, ella misma observa cómo los retos económicos persisten en su comunidad, haciendo más difícil la decisión de tener hijos. "No hay trabajo, no hay plata, no hay vida".
Las palabras de Juana resuenan con la realidad de un gran número de personas: la encuesta en la que se basa el informe, llevada a cabo por el UNFPA y YouGov, confirma que las barreras económicas son el principal factor que impide a las personas tener la cantidad de hijos que desean. La encuesta incluyó a 14.000 adultos, tanto hombres como mujeres, distribuidos en 14 países que, en conjunto, representan más del 37% de la población mundial.

A veces me preocupo, pero mi meta siempre es salir adelante, llevar adelante a mis hijos.
Las dificultades nunca lograron doblegar el espíritu ni la visión de futuro de Juana. Ella irradia resiliencia y pone toda su energía en evitar que sus hijos sufran lo que ella sufrió. Su lucha por romper con los ciclos de dolor en su familia se resume en una frase clara y poderosa: "No quiero que nadie pase lo que yo he vivido."
Esa convicción guía cada una de sus decisiones. Su mayor aspiración es que sus hijos tengan una vida distinta, con más oportunidades. Por eso, a pesar de las limitaciones económicas, dedicó todos sus esfuerzos a que pudieran asistir a la escuela, convencida de que la educación es la clave para construir un futuro diferente.
En ese mismo espíritu, Juana cultiva un vínculo de confianza y diálogo especialmente cercano con su hija, a quien llama con cariño “mi amiga”. Le brinda el apoyo, la confianza y los consejos que a ella le faltaron durante su juventud, defendiendo su derecho a la autonomía corporal.
El UNFPA en Bolivia promueve acciones orientadas a reducir la mortalidad materna, atender las necesidades insatisfechas de planificación familiar y prevenir la violencia, sobre todo sexual; para que mujeres como Juana alcancen su pleno desarrollo en ejercicio de sus derechos sexuales y derechos reproductivos.